martes, 1 de marzo de 2011

La ley antitabaco

La modificación de la Ley 42/2010, aunque en un principio ha sido pensada para la protección de la salubridad del menor y de los trabajadores del sector hotelero y de restauración, no hay que olvidar que ha representado la estigmatización de un muy elevado porcentaje de la población por su hábito al tabaquismo. Más que Ley antitabaco debería ser denominada Ley antifumadores, ya que amaga radicalismo con chufas paternalistas. Abandoné la inmoralidad de las volutas hace seis años, por lo que tal metamorfosis de la ley (mutación de Dr. Jekyll a Mr. Hyde) no me afecta en demasía. No obstante encuentro que las cosas se podrían (y deberían) haber hecho mucho mejor. Hay consumos, y eso no vamos a dudarlo, que son mucho mas perjudiciales para la salud como el alcohol u otras drogas que, lamentablemente y cada vez más, consumen esos jóvenes a los que queremos proteger del humo del cigarrillo. Los esmerados me contestarán que el dispendio de tales sustancias no afectan a la lozanía del resto sino a la del propio consumidor; pero a muchos, aunque la salud no nos merme, nos puede desagradar estar tomando un café al lado de un caballero excesivamente etílico; o pasear por un parque mientras una pareja de junkie’s se dan el gustazo. Por cierto, que éstos últimos disponen de narco salas donde ir a solazarse del consumo de su droga preferida en condiciones seguras e higiénicas; incluido personal sanitario específico  en este tema (subvencionado por el contribuyente) por si al usufructuario le da un  “jamacuco”. I además con el sucedáneo de la metadona (también amortizada por los tributarios paganos) por si, al carecer de dosis propia, vienen con el “gorila”. Tras el trato recibido por este colectivo de drogodependientes no veo muy claro, ni de justicia, el signo de infame con que se marca a hierro candente al fumador. No voy a negar que es loable buscar alejar del tabaco a aquellos que les desagrada el mismo, y no solo por salud (que también), sino sobre todo, por educación, conducta y ética. Nadie tiene por que tener correa con aquello que le incomoda; como los malos olores, la música alta o el tema del actual artículo: el humo de los cigarrillos; que pueden ser, ya digo, no solo nocivo (que de algo tenemos que finiquitar) sino molesto a la pituitaria de muchos ciudadanos. Pero esta modificación de la ley ha sido un yoko-geri (léase patada de karate) en las partes pudendas del otro sector de la ciudadanía: el del “mardito fumenque”. La normativa ya estaba correcta como anteriormente se redactó, con zonas de fumadores y de no fumadores separadas por mamparas. En el caso de los que, debido al tamaño de su cantina aún no estaban regulados, se podría haber acertado con un arreglo menos salomónico. Modificación que no solo afecta a estos, sino como ya saben, a los del sector que, anteriormente y confiando en el gobierno, invirtieron en la adaptación de los susodichos bastidores. Como les he comunicado soy ex-fumador; y es cierto aquello que dicen de que somos el colectivo mas vehemente a la hora del rechazo a la hebra; éste que les rubrica ya no soporta la humareda. Pero más me descompone que el gobierno me quiera dar caldo con catapulta. Nadie, ni siquiera la administración, debería imponer sus normas en lugares que no son de su propiedad. Y los locales tienen propietarios (Literalmente según la RAE: que tiene derecho de propiedad sobre algo, y especialmente sobre bienes inmuebles) que observan como el gobierno les usurpa su dominio. Cualquier ciudadano, fumador o no, por la tomadura de pelo hacia este sector en particular debería entender, respetar y loar al insumiso. Con lo fácil que hubiera sido una decisión, más o menos, como la que aquí se propone:
A manera de las zonas de aparcamiento; en las fechas 1 al 15 de cada mes autorizado fumar en los bares de las aceras pares, y prohibido en estas mismas tascas del 16 al 31. Repetimos la fórmula con los recintos de la acera con números impares variando los días permitidos. El que quiera tirar de picadura selecta se persona el día 1 en la taberna sita en el número 124 y el día 16 va a la situada en el 125; y al que no le apetezca el aroma del veguero lo mismo pero a la inversa. Que en este país bares no faltan y el desplazamiento del cliente a uno u otro no le iba a facturar excesivo intervalo temporal. Además de una solución más cercana a lo democrático, eliminamos las aceras llenas de colillas que, como poco, son desagradables a la vista. Y por supuesto, se debería permitir que las discotecas pudieran aderezar una zona bien ventilada con extractores en la que, exclusivamente en esta área, se permitiera este vicio nefando. Sobre todo por los vecinos durmientes que deben aguantar a la gente en el exterior de estos locales a altas horas de la madrugada. Desde luego, siempre estarán los torra-pimientos que declararán que el personal trabajador sigue expuesto al humo. Pero permítanme que les presente los siguientes argumentos. Según los últimos estudios, el riesgo de contraer cáncer de pulmón para los fumadores pasivos expuestos por tiempo prolongado en ambientes en los que el humo del cigarro es constante, es de un 18,5% a 28%. De momento, si se utiliza la formula de días pares y días impares, el peligro se ha reducido a la mitad, es decir tendrían un riesgo entre el 9,25% y el 14%. Y ya me dirán vuestras mercedes en que ámbito laboral se consigue reducir de un día para otro el riesgo a la mitad. Los mensajeros motorizados, taxistas y conductores en general siguen teniendo un riesgo de accidente de circulación muy superior al resto de ciudadano. Sin contar los problemas medulares por mantenerse en una posición tan estática durante horas;  y es que existen inconvenientes consustanciales a cada profesión. Ni hablemos de los mineros y sus enfermedades pulmonares o los que trabajan en lugares donde se realizan procesos químicos con productos corrosivos. Sí, claro que actualmente hay normas de prevención y riesgo en las empresas; pero sinceramente, que número de estos trabajadores las cumplen a rajatabla cuando el vaho adherido en las gafas le impide visualizar con precisión la labor realizada; la máscara le entorpece un movimiento más amplio para realizar bien el trabajo o los guantes de goma le dificultan, precisamente, para asir con exactitud una cierta pieza. Si debieran de ser estrictos en tales normativas el resultado de su trabajo dejaría de ser productivo. A los albañiles y demás obreros de la construcción en muy pocas ocasiones los observamos con la indumentaria completa obligatoria (casco, arneses, botas con punta metalizada y suelas con gomas anti-deslizante y aislante del voltaje eléctrico, orejeras protectoras de ruidos, gafas de protección ocular y mascarillas para el polvo de los cementos etc.) seguramente por que equipados como caballeros medievales sería incomodísima la actividad a realizar. Y mucho más lenta y poco fecunda. Quiero decir con esto que, de un plumazo, una disminución del 50% en el riesgo de los trabajadores del colectivo de bares y restaurantes, sin necesidad de añadir elementos susceptibles de impedir la realización de su cometido, es una reducción muy sustancial. Y estamos hablando de aquellos establecimientos que debido a su reducido tamaño resulta imposible (o ridículo o grotesco o extravagante) colocar paneles independientes. Como soy partidario de que cada uno gestione su negocio como crea conveniente, si en última instancia el gobierno no quiere echar marcha atrás en una sentencia tan cercana a la autocracia, lo justo, ético y cabal sería que mensualmente restituyera las pérdidas económicas que representen para el sector dicha resolución; como si fuera un socio más del local perjudicado. Poca cosa más que el derecho al berrinche y la pataleta nos ha traído esta democracia del talante y el paripé.

“El poder y la justicia no son sinónimos; la verdad es que con frecuencia se encuentran en irreductible oposición”
Marco Tulio Cicerón del 106 a. C. Jurista, político, filósofo, escritor y orador romano.

domingo, 20 de febrero de 2011

Enseñanza en català o castellano

Bien; el asunto es que soy catalán; de progenitores catalanes. Los dos. Y abuelos andaluces. Los cuatro. En mi caso, como elección personal, deseo que mis hijos estudien en catalán. No por ideario nacionalista, sino por que en mi opinión creo que enriquecerá su capacidad de aprendizaje y les dará mayor facilidad para la dicción de otros idiomas. Pero esto no debe significar más que una elección personal y no puedo, ni debo, transferirla ni instaurarla a los demás por decreto. Ya no voy a sumergirme en fórmulas político-matemáticas legales porque unas, las de la Constitución Española “parece” que dicen una cosa; y otras, las del Estatuto de Autonomía de Catalunya “aparentan” inclinarse hacia otro lugar. Aunque yo tenga clara mi decisión, defenderé la independencia de optar por el idioma de la enseñanza de cualquier otro ciudadano por encima de lo que yo considere mejor para mis hijos. Todos conocemos, es innegable, que durante unos años hubo una prohibición de la parla catalana por cuestiones políticas, amortiguándose con el paso del tiempo hasta que, en 1963, el programa Radioscope comenzó a emitir desde Radio Barcelona la música de los miembros de la Nova Cançó. Guillermina Mota, Pí de la Serra o Joan Manel Serrat fueron los primeros. Al año siguiente comenzó a transmitirse por TV programas en catalán (recordemos la obra de teatro “La ferida lluminosa” de Josep Maria de Segarra). Aún antes, en el año 1961, daba los primeros pasos una publicación mensual infantil: Cavall Fort. Otra cosa era el contenido que podían mostrar en uno u otro medio, pero eso era debido al régimen, y ni podías expresarlo en catalán ni tampoco en castellano. Curiosamente yo recuerdo de esas épocas, cuando iba a jugar a casa de mis compañeros que, en alguna ocasión cuando el abuelo de esa familia nos hablaba en catalán, los padres de mi amigo le espetaban “Papá hable en castellano que no está usted en la aldea”. Y esto sucedía en muchos de los hogares descendientes de la lengua occitana. Y era debido a que entre los propios catalanes no estaba bien visto hablar catalán porque era el lenguaje del campesinado. Es decir; sí que había una represión idiomática propagada por el régimen, pero la clase alta y media, que era la burguesía nativa de las áreas metropolitanas de Catalunya y con apellidos como Puig, Barberà, Carbonell etc., utilizaban el castellano por que lo consideraban más cosmopolita y moderno. Y si lo utilizabas con el acento catalán, lo convertías en mas afectado y “chic”. Y esto, muchos catalanes lo han olvidado o lo pretenden desconocer.
Existe una ósmosis innegable entre Catalunya y el idioma castellano que, en mi opinión, nos ha enriquecido a todos y además debería servir para nutrir una forma de comunicación más ancha y no para hacer más estrecho todavía el canal del entendimiento. Muchas de las palabras catalanas son usadas en castellano; como capicúa (literalmente cabeza y cola), masovero o la que el que suscribe ha utilizado un poco más arriba: parla. Del mismo modo, Catalunya ha absorbido otras muchas de origen puramente castellano. No sucede con la misma exactitud en los pueblos, pero en las ciudades, el catalán que se habla actualmente no es ni mucho menos académico, pues viene cincelado con abundante fonética castellana. Los puristas catalanes lo observarán como una forma estigmatizada del idioma; individualmente prefiero contemplarlo como una posible innovación. Como soy una persona que no pretende perder el tiempo en la búsqueda de culpables sino que prefiere invertirlo en encontrar soluciones, voy a proponerles una de ellas para el tema principal que nos ocupa:
Hay un procedimiento que debería contentar a todos. Al menos, a todos aquellos que se hinchan los carrillos hablando de libertad y democracia. Aquel que desee estudiar en castellano puede (y debe) hacerlo teniendo como una materia más al catalán y con obligada demostración de su correcto conocimiento. Ídem para el que estudie en catalán; el aprendizaje del castellano como asignatura será obligado requisito. Y aún más; propongo un tercer idioma extranjero con parecidas obligaciones; esto es pluralidad. Si hay alguna persona, organismo o gerencia que no está de acuerdo con ésta solución, su dilema, disgusto o preocupación ya no es un problema de enseñanza sino de chovinismo.

… comenzó, para vengarse, a hablar mal de los vascongados, y Zalacaín y él se enzarzaron en una estúpida discusión de amor propio regional, de esas tan frecuentes en España
Pío Baroja. Extracto de su obra de 1909 -Zalacaín el aventurero-